Aborigen Argentino


CRONICA DEL PRIMER ENCUENTRO

Aquel viernes 20 de abril, tempranito a la mañana, estábamos aguardando la llegada de nuestros invitados. Al ver venir el colectivo, pregunté para mis adentros: ¡¿Y cómo vamos a reconocerlos entre toda esta gente!?” Mi duda se disipó al ver bajar a una mujer con la cabeza coronada por una vincha de la que pendían, en apretada hilera, una multitud de circulitos de plata. Toda ella vestida de negro: zapatos, pantalones y poncho. Mis compañeros y yo nos fuimos acercando al mismo tiempo que del colectivo seguían bajando más ponchos y más vinchas.

Si bien no todos eran aborígenes, su presencia causó admiración. Dos cuadras nos separaban del salón donde iban a tener lugar las charlas y exposiciones, de modo que decidimos hacerlas a pie. La gente, al pasar, observaba con atención y extrañeza el grupo. …¿¡Qué está sucediendo en Villa Huidobro!?... Pues… ¡nada más y nada menos que un encuentro con nuestros hermanos aborígenes argentinos! ...Sí, argentinos, cuya lengua materna no es el castellano… Sí, argentinos, con tradiciones que no vienen de Europa…

Todavía no habían terminado de desayunar cuando el salón comenzó a llenarse de guardapolvitos pequeños dispuestos a escuchar con admiración y respeto. Sí, porque, muy al contrario de lo que sucede habitualmente, estaban sosegados: los ojos muy grandes y el oído atento. A lo largo del día, fueron llegando sucesivas oleadas de alumnos, cada vez mayores y con cada vez más profundas preguntas y respuestas.

Para esa oportunidad, nos visitaron delegaciones de varios pueblos a la redonda: Huinca Renancó, Jovita, …, de Córdoba, Santa Rosa, …, de La Pampa. Secretarios de cultura de distintas Municipalidades, estudiosos de la historia, gente de los medios de comunicación, músicos, cantores y coleccionistas de objetos indígenas encontrados en los alrededores de Villa Huidobro.

Nuestro pueblo participó con entusiasmo de la fiesta: se expusieron artesanías autóctonas realizadas con diversas semillas, maderas de varios colores, cerámica y lana tejida en telar. Se pudo hojear ejemplares de la revista Aborigen Argentino; se leyeron con admiración cartas escritas por y sobre aborígenes; se escucharon relatos de boca de los representantes de las distintas etnias que nos visitaron, a saber: toba, wichi, ava-guaraní, pampa, ranquel. Y no sólo relatos, sino hermosas coplas. Ese viernes a la noche, nos volvimos a casa con el corazón palpitando más fuerte.

Al promediar la mañana del día siguiente, la cita era en el jardín botánico. El motivo: una ceremonia ancestral. Ante miradas intrigadas, surgió esta explicación: “Algo así como un agradecimiento a la Pachamama (la madre tierra) por haberlos recibido en estas latitudes. Dispuesta en círculo, la gente rodeó a Delia Chávez y al Lonko Lorenzo Pincén, los encargados del ritual. Se los observó saludar a los cuatro puntos cardinales, encender el fuego, abrir la tierra y dibujar una cruz con granos de maíz. Antes de depositar cuatro semillas y expresar un deseo, cada uno de los que nos congregamos allí, fue bendecido con hojitas de coca y plumas.

Desde dicho jardín, partimos a pie en dirección al templo parroquial. A mitad de camino, el cura párroco, Osvaldo Leone, salió a nuestro encuentro y, tomados todos de la mano, fuimos hasta el templo donde gran parte de la comunidad católica nos estaba esperando. Más de uno tragábamos saliva para no llorar, tan grande era la emoción. Luego de breves palabras de bienvenida, se leyó la carta que enviara Marcelo Melani, obispo de Neuquén, presidente de ENDEPA (Encuentro de pueblos aborígenes), en la que nos exhortaba a buscar todos los caminos para mantener la propia identidad y afirmar los valores propios de cada pueblo. Acto seguido, nuestro párroco tomó la palabra y habló de las injusticias y falencias que ya vienen durando más de cinco siglos. Y pidió perdón porque, como país, no reconocemos ni valoramos la presencia de los pueblos indígenas, la riqueza de su diversidad cultural. Perdón , porque muchas veces no reconocemos a Cristo en los hermanos pobres y necesitados. Perdón, por nuestra falta de solidaridad con los reclamos de muchos grupos y sectores que luchan por sus derechos. Perdón, porque no respetamos ni cuidamos la naturaleza. Perdón, porque preferimos desmontar los bosques y no medimos las consecuencias para las futuras generaciones. A cada uno e esos pedidos, la asamblea respondía: “Cristo, ten piedad”; “Señor, ten piedad”; Cristo, ten piedad”. De más está decir que fue inútil el esfuerzo por no llorar.

A las 17 hs., regresamos al salón de la Escuela Manuel Belgrano, donde se siguió congregando gente amante de lo autóctono. Finalizó con una peña donde cantaron “Las Voces del Jagüel”, grupo folclórico local.

Pero los momentos más jugosos se dieron durante los almuerzos y las cenas en que la confianza mutua enriquecía el diálogo. Entonces surgieron las anécdotas, las viejas historias de los comienzos, la realidad de las actuales comunidades, las tradiciones conservadas, las esperanzas, las alegrías y los dolores. Y se los vio reír y disfrutar de nuestras bromas y alguno que otro cuento subido de tono. Y supimos de su ternura expresada en abrazos. Y algo realmente raro: la sincera humildad de los dos caciques (lonkos) Lorenzo Pincén y Germán Canuhé. Cuando pregunté a qué cargo político correspondía, me contestaron: “Al de Rey”.

En estos dos días, nos demostraron lo poco que sabíamos acerca de ellos. ¡Cuánta ignorancia! ¡Y cuánta falta de solidaridad aparejada!. Nuestros hermanos aborígenes se fueron, pero el mensaje quedó grabado a fuego. En muchos jóvenes surgió el propósito de averiguar sobre la existencia o no de algún antepasado aborigen en su familia. Al relatarnos el desprecio y la marginación sufridos a lo largo de su historia, lograron conmovernos. Pienso que se debió a que nosotros, como pueblo del interior, también somos despreciados y marginados. Sólo que por los “grandes” de nuestra propia raza.

Si el objetivo de estos visitantes era el de hacer conocer su cultura, pueden darse por satisfechos porque la mecha quedó encendida. Lograron hacer brotar en nosotros el “indio que llevamos adentro”, (con sumo respeto lo digo). ¡Felicitaciones a ustedes que conocen sus raíces! Nosotros todavía las estamos buscando.

SUSANA SIMONETTI











Actualización: el relato del encuentro por parte de la gente de Jovita

Actualización 2: gracias a la gente de Aborígen Argentino por hacer mención a esta nota y agregarnos a su web!


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Centro Cultural Villa Huidobro - Islas Canarias